Source: La Tercera by Juan Carlos Muñoz
El Transantiago que se visualizó hace unos ocho años no es demasiado distinto al que se observa hoy. Si el 2007 se hubiese inaugurado lo que tenemos actualmente el plan no hubiese sufrido el gran trauma inicial. Entre los principales logros del sistema está la empresarización del sector, la formalización laboral de los conductores, la integración tarifaria, el pago con una tarjeta sin contacto y el fin de la guerra por el pasajero. Son logros cuantiosos que muchas ciudades en el mundo quisieran alcanzar. Sin embargo, el inicio fue durísimo. El big-bang debió evitarse y se debió considerar la necesidad de subsidios. Se lanzó el Transantiago sin la infraestructura ni los sistemas de gestión necesarios y eso es un error infantil que nos causó gran desprestigio. Adicionalmente, incentivos perversos para las empresas gatillaron la debacle inicial. Lamentablemente, aún se carece de infraestructura adecuada en corredores y estaciones de parada y se ofrece un nivel de servicio irregular. Quizás uno de los elementos más preocupantes es la elevada evasión tarifaria. Este es un cáncer que se debe enfrentar y destruir. Resulta preocupante, pues sus consecuencias éticas trascienden el ámbito del transporte público. Transantiago requiere un subsidio que no fue parte de su diseño inicial. Para su sustentabilidad Santiago necesita un sistema de transporte público que requiere un financiamiento mayor al que los propios usuarios pueden pagar. Ignorar la necesidad de estos subsidios significaría llevar a la ciudad en un camino de debacle que debemos impedir. Las bases están instaladas y la ciudad debiera observar mejoras sucesivas si las autoridades toman las acciones correctas.
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